ARTERITIS DE TAKAYASU EN ADULTOS MAYORES. A PROPÓSITO DE UN CASO

TAKAYASU’S ARTERITIS IN OLDER ADULTS. A CASE REPORT

Leslie Valeria Valle Merino,1 Helen Beltrán Echeverría,1 Gregorio Taline Santos,1 Joyce Ellen Mercado Saleme,1 Marcelo Javier Caldas,2 Marina Martínez,2 Constanza Giardullo,2 Agustina Busso Vanrell,2 Rodrigo García,2 María Fernanda Sola2

1 Estudiantes de posgrado de medicina interna del Hospital Nacional Profesor Alejandro Posadas, El Palomar, provincia de Buenos Aires.

2 Médicos especialistas de planta del Servicio de Medicina Interna del Hospital Nacional Profesor Alejandro Posadas, El Palomar.

AUTORA PARA CORRESPONDENCIA

Leslie Valeria Valle Merino. Correo electrónico: leslievalle33@gmail.com

Los autores manifiestan no poseer conflictos de intereses.

 

 

Resumen

La arteritis de Takayasu (AT) es una vasculitis poco frecuente, de origen idiopático, autoinmunitaria y crónica que afecta los grandes vasos, con presentación habitual en pacientes jóvenes. Su diagnóstico suele ser tardío, con estenosis, oclusión y aneurismas propios de la progresión de la patología, en tanto que la fiebre y la carotidinia son síntomas iniciales de inflamación vascular. Se reporta el caso de una mujer de 65 años con síndrome febril prolongado, disnea y carotidinia. Se le realizó una tomografía axial computarizada y una angiorresonancia magnética que mostraron un engrosamiento con un edema parietal en el cayado aórtico, la aorta descendente y las arterias subclavias y carótidas primitivas con disminución en el flujo del nacimiento de la subclavia derecha. Se interpretó esto como AT y se inició corticoterapia, con evolución favorable de la paciente.

Palabras clave. Arteritis de Takayasu, vasculitis.

 

Abstract

Takayasu’s arteritis (TA) is a rare vasculitis, of idiopathic, autoimmune and chronic origin, that affects the great vessels, and usually affects young patients. TA diagnosis is usually delayed, with the presence of stenosis, occlusion and aneurysm, typical of the progression of the pathology, with fever and carotidynia being the initial symptoms of vascular inflammation. The case of a 65-year-old woman with prolonged febrile syndrome, dyspnea and carotidynia is reported. A computed tomography and magnetic resonance were performed, which showed thickening with parietal edema in the aortic arch, descending aorta, primitive subclavian and carotid arteries, with a decreased blood flow from the origin of the right subclavian artery. Based on these findings, this case has been interpreted as TA. Corticotherapy was used to treat the symptoms and the patient’s evolution was favorable.

Key words. Takayasu’s arteritis, vasculitis.

 

ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s26184311/hrtbitacx

 

 

 

Introducción

 

La vasculitis de grandes vasos es una enfermedad inflamatoria granulomatosa crónica e idiopática que afecta las arterias elásticas de gran calibre, una de cuyas manifestaciones es el síndrome febril prolongado. Incluye la arteritis de células gigantes (ACG) y la arteritis de Takayasu (AT), con típico compromiso en mayores de 50 años y menores de 40, respectivamente. La diferenciación entre ACG y AT en la población adulta continúa siendo un reto al momento del diagnóstico.

La AT es una enfermedad poco frecuente, con una incidencia de 1,2 casos anuales por millón de habitantes en la población asiática y 2,6 casos anuales por millón de habitantes en Norteamérica. No se ha podido estimar una incidencia aproximada en Latinoamérica por su infrecuencia y la confusión con otras enfermedades. Afecta la aorta y sus ramas principales. Sus manifestaciones clínicas dependen del grado de compromiso vascular y del órgano afectado.

Se presenta el caso de una paciente con síndrome febril prolongado y carotidinia como manifestaciones iniciales de AT y edad atípica de presentación.

 

 

Caso clínico

 

Una mujer de 65 años con antecedentes de obesidad, hipertensión arterial y gonartrosis consultó por un cuadro clínico de seis semanas de evolución caracterizado por fiebre diaria asociada a tos productiva blanquecina, disnea progresiva en clases funcionales II-III y cefalea holocraneana pulsátil leve. Al examen físico evidenció ingurgitación yugular 3/3 sin colapso, escasos crepitantes bibasales y desaturación a la marcha. Se interpretó esto como un síndrome febril prolongado.

Los estudios de laboratorio iniciales informaron de anemia moderada de trastornos crónicos; serologías de virus de hepatitis B y C, virus de la inmunodeficiencia humana, Chagas, Huddleson y sífilis, negativas, y reactantes de fase aguda, elevados (eritrosedimentación –ERS–, 110 mm; proteína C reactiva –PCR–, 25,7 mg/dl). Los hemocultivos y el cultivo de esputo (gérmenes comunes y Ziehl-Neelsen) fueron negativos. Un electrocardiograma con bloqueo completo de rama izquierda y un ecocardiograma con patrón de relajación prolongada no mostraron masas intracavitarias; una radiografía de tórax, sin infiltrados patológicos, y un estudio funcional respiratorio, con moderada alteración no obstructiva.

La paciente concurrió a la segunda consulta con el agregado de otalgia y cervicalgia lateral derecha irradiada a la región retroauricular de moderada intensidad, pulsátil, con otoscopia normal.

Se realizó una angiotomografía axial computarizada de encéfalo y cuello que mostró imágenes hipodensas subcorticales inespecíficas a predominio de lóbulos frontales y parietales, engrosamiento de las paredes de ambas subclavias y vasos carotídeos y tórax, abdomen y pelvis con engrosamiento de las paredes de la aorta torácica y la abdominal (Fig. 1). Se interpretó esto como una vasculitis de grandes vasos, por lo que se inició la administración de prednisona (1 mg/kg/día).

 

Figura 1.  Angiotomografía axial computarizada. Izquierda: engrosamiento de paredes de la aorta ascendente y la descendente. Derecha: engrosamiento de paredes de la arteria subclavia izquierda.

 

Complementó los estudios un proteinograma electroforético, con un leve aumento de las fracciones α y ß, anticuerpos antinucleares (ANA, su sigla en inglés) y anticuerpos anticitoplasma de neutrófilos (ANCA, su sigla en inglés) negativos.

Angiorresonancias magnéticas nucleares de encéfalo y de vasos intra- y extracraneales mostraron múltiples imágenes de aspecto microangiopático peri- y paraventriculares bilaterales, y en la sustancia blanca subcortical frontoparietal, un engrosamiento con un edema parietal en el cayado aórtico, la aorta descendente y las arterias subclavias y carótidas primitivas, a predominio del trayecto subclavio (Fig. 2). Una ecografía Doppler corporal informó de una carótida común con un engrosamiento miointimal de 1,5 mm en el tercio inferior y de una arteria vertebral en el segmento V1 con un engrosamiento parietal circunferencial, sin alteraciones en el flujo, lesiones estenóticas ni evidencia de lesión de arterias temporales.

 

Figura 2.  Angiorresonancia magnética. Izquierda: en secuencia T1 con contraste y saturación grasa, engrosamiento parietal de la aorta descendente. Derecha: en secuencia T2 con grasa saturada, engrosamiento parietal del cayado aórtico.

 

Pese a la edad de la paciente, se interpretó esto como AT por sus manifestaciones clínicas y el compromiso predominante de aorta, carótidas y subclavias. A las 24 horas de iniciado el tratamiento, la paciente evolucionó afebril y con desaparición de los síntomas, mejoría de la anemia y disminución de los reactantes de fase aguda (velocidad de sedimentación globular –VSG– de 35 mm y PCR de 0,1 mg/dl al mes y medio de corticoterapia). Un mes después se adicionó azatioprina, con buena tolerancia.

 

 

Discusión

 

La AT es una enfermedad poco frecuente, con presentación habitual en la población femenina joven (menores de 40 años) y una relación mujer:hombre de 8:1. La AT afecta las arterias de grandes vasos como la aorta, sus ramas principales y, con menor frecuencia, las coronarias y arterias pulmonares. Su etiología es desconocida, pero se cree que es de causa autoinmunitaria.

Histológicamente, se caracteriza por un proceso infiltrativo granulomatoso sobre la pared del vaso sanguíneo en la etapa aguda, con una marcada proliferación intimal y fibrosis en la capa media y adventicia en la etapa fibrótica, lo que resulta en estenosis grave, oclusión o dilatación aneurismal por la destrucción extensa de las fibras elásticas de la capa media (1). En el 90% de los pacientes se detectan estenosis y en el 25% se desarrollan aneurismas.

La progresión de la enfermedad ocurre con un patrón trifásico. La primera fase es el período sistémico o “pre sin pulsos”, caracterizado por síntomas constitucionales como fiebre baja, astenia, sudoración nocturna, artralgias, anorexia y pérdida de peso; por lo tanto, la AT debe ser parte del diagnóstico diferencial del síndrome febril prolongado. Esta es la etapa preestenosis, y es el momento ideal para realizar el diagnóstico, instaurar un tratamiento temprano y, de esta manera, prevenir el desarrollo de lesiones vasculares. Sin embargo, en el 30-50% de los casos no se detectan síntomas sistémicos.

La segunda fase es la etapa vasculítica, cuando los síntomas constitucionales están acompañados por características de afectación vascular como sensibilidad o dolor sobre los vasos (angiodinia).

La última fase es la etapa “burnout”, caracterizada por ser la fase tardía, fibrótica, oclusiva e inactiva, con los rasgos característicos de la AT (enfermedad sin pulso) relacionados con la estenosis o la oclusión que aparecen (2). En esta fase, las manifestaciones clínicas están en relación con la localización y el grado de compromiso del vaso afectado: claudicación de extremidades, disminución o pérdida de pulsos, cefalea, amaurosis, diplopía, falla renal, alteración neurológica (accidente cerebrovascular, síndrome confusional), afectación cardiovascular (insuficiencia cardíaca, síndrome coronario agudo, hipertensión arterial, insuficiencia aórtica) y rotura de aneurismas.

Sólo una minoría de los pacientes muestra la progresión temporal de las tres fases. Las fases activas o agudas de la enfermedad, que son difíciles de diagnosticar, pueden remitir o progresar. Hay que señalar que los cambios inflamatorios y fibróticos pueden coexistir (2).

El diagnóstico de AT representa un desafío para el médico clínico, y es esencial considerar esta enfermedad entre las posibilidades diagnósticas a pesar de su infrecuencia, ya que el tratamiento en etapas tempranas disminuye notablemente la alta morbimortalidad del cuadro. Su diagnóstico suele retrasarse por varios meses, e incluso años, por la falta de especificidad de los síntomas y la variedad de manifestaciones clínicas, entre las que la fiebre y la carotidinia fueron los síntomas sugerentes de inflamación vascular que llevaron al diagnóstico temprano de la paciente reportada.

Aunque la mayor parte de las vasculitis requieren para su diagnóstico de certeza el análisis histológico, existen diferentes técnicas de imagen que nos facilitan su estudio ante una alta sospecha de enfermedad. La arteriografía convencional es la norma frente a la detección de estenosis, oclusión y dilatación vascular; sin embargo, es de carácter limitado por ser un método invasivo. Hay otras alternativas no invasivas, como la angiotomografía axial computarizada y la angiorresonancia magnética (tienden a sobreestimar el grado de estenosis vascular o a considerar segmentos vasculares afectos de estenosis de muy alto grado como oclusiones), la ecografía Doppler (permite el estudio de velocidad y características del flujo, limita el estudio de vasos profundos) y la tomografía por emisión de positrones (detecta la presencia de un infiltrado inflamatorio, que se observa como un aumento de la actividad metabólica, antes de que ocasione un cambio morfológico). Estas técnicas de imagen, aplicadas en etapas iniciales, permiten el diagnóstico de la enfermedad antes del desarrollo de lesiones estenóticas (3,4).

En la mayoría de los casos, el tratamiento se basa en el juicio del clínico. La instauración del tratamiento específico con una dosis alta de glucocorticoides (GC) (prednisona, 0,5-1 mg/kg/día) conlleva una franca mejoría clínica, con una supervivencia a los cinco años del 90-96% y a los diez años, del 84-87% (5). Una vez controlados los síntomas (alrededor de cuatro semanas), se realiza el descenso progresivo de los GC hasta su suspensión o una recaída. Sólo con GC se logra una remisión del 20-60%, por lo que está indicada la adición de inmunosupresores (azatioprina, metotrexato, micofenolato, leflunomida) para conseguir la remisión y mantenerla (5,6).

En el caso de pacientes que no responden al tratamiento estándar o que sufren recaídas durante el esquema terapéutico, está demostrada la eficacia del uso de inhibidores del factor de necrosis tumoral como etanercept o infliximab. Para casos refractarios, está en desarrollo el empleo del anti receptor de interleucina-6 tocilizumab, cuyo uso sería beneficioso (3).

El tratamiento antiplaquetario y anticoagulante no debe usarse de manera rutinaria a menos que esté indicado por otros motivos, por ejemplo, enfermedad coronaria o accidente cerebrovascular. En situaciones especiales, como las complicaciones isquémicas vasculares o el alto riesgo de enfermedad cardiovascular, se deben considerar de forma individual (6).

Las técnicas invasivas, como la angioplastia percutánea o la revascularización quirúrgica, se deben reservar sólo para casos específicos. Siempre se recomienda esperar la remisión clínica: está comprobado que el desarrollo de reestenosis puede llegar al 30% de los casos, y esto disminuye considerablemente si el procedimiento invasivo se lleva a cabo durante un período estable de la enfermedad. Sólo se indica en caso de aneurismas con riesgo de rotura, regurgitación o coartación aórtica grave, lesiones coronarias o cerebrales sintomáticas, isquemia crítica de miembros o hipertensión refractaria por estenosis renal (3).

La evidencia es débil para recomendar un tratamiento específico, y deberían desarrollarse estudios clínicos controlados multicéntricos para agrupar y comparar una mayor cantidad de pacientes y, así, fortalecer la evidencia.

No existen anticuerpos específicos para el diagnóstico ni el análisis. El seguimiento se basa principalmente en las manifestaciones clínicas y en los valores de ERS y PCR (3,6). Los estudios de imágenes no invasivos también son útiles, aunque no se encuentra estandarizado qué estudio elegir ni el intervalo para repetirlo.

La vasculitis de grandes vasos comprende dos grupos, la ACG y la AT, y su diagnóstico diferencial es un desafío por asemejarse en diferentes parámetros. Ambas condiciones se desarrollan con mayor frecuencia en la población femenina y tienen sintomatología sistémica inespecífica, además de los síntomas que dependen de la localización de las arterias afectadas; son habituales la aorta y los vasos del cráneo, en especial, la arteria temporal para la ACG y la aorta y sus ramas principales para la AT. Histológicamente, ambas afecciones producen una inflamación granulomatosa con mayor compromiso de la capa media intimal en la ACG y la capa adventicia en la AT.

A pesar de que ambas comparten múltiples similitudes clínicas e histopatológicas, es común distinguirlas sobre todo por la edad de aparición y la distribución demográfica: mientras que la AT afecta predominantemente a la población asiática y, con menor frecuencia, a la latinoamericana, ambas menores de 40 años, la ACG predomina en los europeos mayores de 50 años. Sin embargo, existen grupos de pacientes con manifestaciones clínicas atípicas o distribución de vasos afectados que los ubicarían, según los criterios diagnósticos, en cuadros de ACG o AT, pero que no cumplen con el criterio de la edad.

Con respecto al tratamiento, la respuesta de ambas afecciones a los corticoides e inmunosupresores es buena; sin embargo, cuando se requiere el uso de terapias biológicas, el resultado es variable. En el caso de la AT, tiene buena respuesta a los inhibidores del factor de necrosis tumoral y no responde al abatacept, a la inversa de la ACG; asimismo, ambas responden bien al tocilizumab (4,6).

En los pacientes mayores de 40 años es difícil determinar si se trata de AT de presentación tardía o ACG. Ambas vasculitis comparten ciertas características presentes en el caso reportado: síntomas constitucionales y respuesta favorable a corticoides (4). Lo que nos llevó a pensar que la paciente tenía AT fue la falta de manifestaciones craneales –como, por ejemplo, claudicación mandibular, alteraciones visuales y cefalalgia–, la ausencia de polimialgia reumática y el compromiso extenso de los lechos vasculares. El clásico punto de distinción entre ambas condiciones de la edad no parecería ser adecuado para pacientes mayores de 40 años, ya que este grupo representa más del 40% en algunas series (4). En este subgrupo de pacientes se detecta un mayor compromiso de arterias coronarias y es mayor aún el retraso diagnóstico.

En relación con la AT como enfermedad paraneoplásica, en estudios de cohortes realizados en Asia no se vio un aumento del riesgo de cáncer en comparación con la población general (7). En el caso presentado, se decidió realizar una identificación sistemática de patología neoplásica teniendo en cuenta que se recomienda para pacientes con vasculitis con síntomas inusuales, como fue el caso de esta paciente (8).

 

 

Conclusiones

 

Se debe tener una alta sospecha para arribar al diagnóstico temprano de las vasculitis de grandes vasos. La instauración del tratamiento específico conlleva una franca mejoría clínica y la disminución de la morbimortalidad. El diagnóstico de AT en adultos mayores representa un verdadero desafío. Dentro de las vasculitis de grandes vasos, resulta importante la diferenciación entre AT y ACG, ya que difieren las estrategias terapéuticas.

 

 

Referencias bibliográficas

 

1.    Zeina AR, Slobodin G, Barmeir E. Takayasu’s arteritis as a cause of carotidynia: clinical and imaging features. Isr Med Assoc J 2008;10(2):158-9

2.    Vaideeswar P, Deshpande JR. Pathology of Takayasu arteritis: a brief review. Ann Pediatr Cardiol 2013;6(1):52-8

3.    Mason JC. Takayasu arteritis–advances in diagnosis and management. Nat Rev Rheumatol 2010;6(7):406-15

4.    Kermani TA. Takayasu arteritis and giant cell arteritis: are they a spectrum of the same disease? Int J Rheum Dis 2019;22 Suppl 1:41-8

5.    Alvarez-Hernández E. Tratamiento de las vasculitis de grandes vasos. Reumatol Clin 2011;7 Suppl 3:S28-32

6.    Hellmich B, Agueda A, Monti S, et al. 2018 Update of the EULAR recommendations for the management of large vessel vasculitis. Ann Rheum Dis 2020;79(1):19-30

7.    Park JK, Choi IA, Lee EY, et al. Incidence of malignancy in Takayasu arteritis in Korea. Rheumatol Int 2014;34(4):517-21

8.    Solans-Laqué R, Bosch-Gil JA, Pérez-Bocanegra C, et al. Paraneoplastic vasculitis in patients with solid tumors: report of 15 cases. J Rheumatol 2008;35(2):294-304